Puede que haya gente a quien esta frase, en el encabezamiento de un artículo, le parezca poco seria pero en cambio, a nosotros, nos resultó divertidísima. Lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido, y Herma Abezia ha dado en el clavo a la hora de entrarle a un tema tan sustancial como lo es el desperdicio de comida.
Cuenta Herma que para el plato que tuvo que preparar en el casting decidió utilizar ingredientes obtenidos en la parte de atrás de un supermercado, es decir, comida desechada, comida tirada a la basura que, para muchos, para cada vez más de nosotros, supone la única posibilidad de comer. Y añade, con esa frescura que destila su artículo, que además de la motivación “ética” estaba otra muchísimo más banal: se había quedado sin dinero después de Navidad. “Antes que reivindicativo, soy pobre”, añade… aunque pensamos que antes aún que reivindicativo y pobre, Herma es un poco gamberro. Si entre la realidad y nuestros ideales no somos capaces de interponer una colchoneta de sentido del humor, al final acabamos convirtiéndonos en unos fanáticos.
Uno de los problemas a los que debemos hacer frente en nuestra iniciativa quizás sea la falta de decisión a la hora de encarar un proyecto como lo es el de Nevera Solidaria; decidirse a acabar con la separación entre el ideal y la acción no resulta fácil, pero cuando se instala el escepticismo (por motivos que también nosotros hemos contemplado) se acaba provocando el desinterés, que termina por aumentar el escepticismo.
En el ADN de nuestros principios se encuentra la idea de que el proyecto esté abierto a todas las personas, independientemente de su situación económica, poniendo el énfasis en la inclusión social y en la integración a todos los niveles. No estamos por la caridad ni nos mueve la misericordia ante la pobreza, se trata de recuperar alimentos destinados a la basura que no son basura, porque la comida no es basura. Una tercera parte de los alimentos se desperdicia y se desecha antes de llegar a los consumidores por razones imposibles de justificar ni ética, ni económica, ni ecológicamente. Herma encontró sin problema setas, pimientos y alguna que otra verdura más que, debidamente acopladas al bacalao que le regaló su madre y hábilmente presentado todo ello en un plato low cost, le permitió pasar a la siguiente fase del concurso.
Y aquí reside la gracia del asunto; como él mismo cuenta, se suponía que a ese jurado de gurús de la gastronomía había que darles lo mejor, canela en rama, pero consideró más brillante, mucho más brillante, la idea de coger comida desechada de un contenedor, presentarla con todo su arte y plantársela delante a un tipo que, teóricamente, entiende mucho de recetas y calidades. Y el tipo se lo comió y le dio las felicidades.
Bien por ti, Herma.
María Fernanda Gadea, colaboradora del blog Nevera Solidaria.